miércoles, 19 de noviembre de 2014

capitulo 11

Todo estaba saliendo a pedir de boca, la madre de los niños iba de vez en cuando a visitarlos, pero se quedaban allí conmigo, y... bueno, antes de irse, yo le daba dinero para que no pasara necesidad de nada y dejara definitivamente la calle; pero no lograba convencerla, tampoco podía hacer nada para que entrara en razón y dejara las drogas, así que, después de 20 años, la madre muere y yo soy quien tiene que comunicárselo a los niños. 
Para mi siempre serían mis niños aunque tuvieran 80 ó 100 años

         Javier tenía 25 años y José 24, ya eran unos hombres, habían terminado sus estudios en la universidad y José se iba para hacer un master de un año en Michigan; Javier no quería porque no quería abandonar León.


Cuando les comuniqué la noticia de la muerte de su madre, no se inmutaron demasiado, el más pequeño, José, dijo que se lo tenía merecido por la vida que había llevado, y Javier, se reservó su opinión; era el más reservado de los dos, en cambio José, era más dicharachero, pero al mismo tiempo más noble.

         Llego el día del viaje a Michigan y lo acompañamos hasta el aeropuerto, me dio mucha pena que se fuera, era como un hijo, pero era su decisión así que yo no podía intervenir. 
De vuelta a casa, solos, Javier y yo; me comento algo que tenía reservado para un momento como aquel, yo después de tantos años, aun no tenía respuesta para algunas preguntas.

         _ ¿Puedo preguntarte algo Ta? (él me llamaba así muy a menudo)
         _ Sí, por supuesto
         _ He estado estudiando durante 6 años en la universidad de medicina, siempre quise ser un buen médico, y científicamente, no me puedo explicar porque tú con el paso de los años, sigues con la cara como siempre, no envejeces, siempre estás igual…
         _ Me quede callada unos instantes por que  no sabía que contestar, le dije que me acompañara a casa, y allí hablaríamos más cómodamente

No nos dijimos ni una sola palabra en el camino, y yo, leí su mente, quería saber antes de que me lo dijera que era lo que pensaba de mí, que idea tenia de lo que era yo, y lo más importante, si su joven mente podía asimilar lo que iba a decirle.

La respuesta fue positiva, anidaba en su corazón un gran amor, y estaba preparado para escuchar parte de mi historia.
Nos sentamos, le serví un vaso de ponche y comencé  mi relato…
        
_ Mira Tati, sé lo que ronda desde hace años por tu mente, sé que intuyes lo que soy pero no lo quieres creer, si, soy una persona muy anciana, no lo aparento porque tengo el don de la inmortalidad, pero tengo 500 años, para sobrevivir, me alimento de la sangre del malvado, y a veces sufro más que ellos por hacer que mueran de mis manos, con el paso de los años, voy adquiriendo mas poderes que ni yo misma los conozco,  no tengo intención de usarlos con algún mortal que no se lo merezca, creo que soy buena, si no lo crees, y te asusta lo que te estoy contado de mi, tómate el tiempo que necesites y te daré todo el dinero que vayas a necesitar, y cuando quieras puedes dejarme.
        
_ ¡Ta! ¿Pero que dices? ¿Dejarte? Seas lo que seas, eres la persona más buena del mundo, hay nobleza en tu mirada y nunca te abandonaré…

Seguimos charlando hasta el amanecer, que nos fuimos a dormir, yo sentía un tipo de mareo en mi interior por lo que acababa de pasar, pero en el fondo de mi alma, supe que era lo que estaba deseando.

A partir de ese día, charlamos todas las noches, le contaba lo que había vivido, lo que había aprendido, mis historias… él me contaba también sus historias, si salía con alguna chica o si alguna que le gustaba no le hacia caso…

Fueron unos meses felices hasta que recibí una carta muy extraña.

Tenía el sello de León, así que quien me la había mandado no estaba muy lejos, era una amenaza (seguramente, una amenaza de muerte, llevada a cabo por Mario, al cual hacia siglos cometí el error de perdonarle la vida) decía que me tenía que marchar de León, o ellos mismos me echarían.

Le comenté a Javier lo sucedido, para que supiera que durante unas noches no me iba a encontrar en casa, le di el dinero suficiente para que no le faltara de nada y me fui, quería venir conmigo pero no podía permitírselo. 

Le dije que se fuera a un hotel, tampoco podía quedar en casa por que de esos desalmados yo me podía esperar cualquier cosa, y si se presentaban en casa y Javi estaba, eran capaces de hacerle algún daño solo por el hecho de que fuera una repercusión para mi, asi que, le dije que fuera a un hotel y no reparase en gastos, yo no quería que pasara ningún tipo de necesidad, el dinero que él ganaba debía de guardarlo por si algún día no estaba yo como respaldo, si necesitaba más dinero del que le había dado, sabía donde podía encontrar más de mi cuenta.


Me costó varios meses deshacerme de todos los seguidores de Satanás y de Mario, al que por fin mate sin piedad por que me la tenia jurada, eran cientos de ellos, se habían multiplicado como churros y no estaba dispuesta a volver a pasar todos los calvarios que había pasado durante mi vida; 
Mario, era tan rencoroso, que ni siquiera me inspiró algún tipo de clemencia cuando le estaba matando, utilicé con él, el don del fuego porque como ya era “perro viejo” no podía matarlo de la misma manera que a los demás, que apenas tenían 50 años como inmortales; de todas formas, no me costo mucho trabajo acabar definitivamente con él, pensaba que sería más difícil.

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