Me senté en la
orilla del río y esperé a que amaneciera, empezó a salir el sol, si este fuese
mi último amanecer, el sol saldría para mí y me apartaría de este mundo para
siempre. Estaba tranquila, y decidida a esperar. Al cabo de unos minutos, no
sabría decirte cuanto, empecé a sentir calor, que se fue intensificando cada
vez más, no sé cuando pero me tumbé en el suelo y note como el calor y el dolor
me elevaban en el aire, y note como que todo mi cuerpo explotaba, y perdí la
noción del tiempo.
Por mi mente pasaban los momentos más
entrañables de mi vida, cuando hacía la instrucción con mi padre y los
amiguines de la infancia, cuando mi padre tenía que atender a algún cliente y
se despistaba y no se acordaba de decir eso de: _media vuelta, AR_ y nosotros seguíamos
cargados con las pistolas y escopetas por el camino en dirección a devesa… Un
día, me vino a la memoria también que dos de nosotros avisamos al resto _media
vuelta, media vuelta_ pero como no era la voz de mi padre no nos hacían ni caso.
También,
me pasó cuando nos tirabamos de cabeza al serrín desde los castillos y todos
los juegos que hacíamos de pequeños. Mis viajes por el mundo adelante pasaron
más como un flash que como un recuerdo… había llegado mi final.
De repente, abrí los ojos, y… ¿seguía
viva? ¿Dónde estaba? Había anochecido y yo seguía allí, en la Candamia, a unos
20 metros de dónde me había sentado pero seguía allí. ¿Por qué no me había
abrasado la luz del sol? ¿Por qué? Qué sería que yo no iba a poder poner nunca
fin a mi existencia… no tenía ni idea, aunque notaba que el cuerpo me ardía por
dentro… debía de tener fiebre porque me costaba mucho trabajo moverme.
Permanecí
allí sentada unas horas y de repente oí que alguien se acercaba, eran dos
hombres bien vestidos, ¿Qué irían a hacer por allí a aquellas horas de la
noche?
Me
deslicé como sabia hacer sin que nadie se percatara de mi presencia y les oí
hablar, intercambiaron una bolsa por dinero y se fueron cada uno por una parte
del camino, uno en dirección a Puente Castro, y el otro en dirección a León. Me
apresuré a leer sus mentes y me di cuenta de que eran traficantes de droga, así
que decidí seguir a uno de ellos.
Nos
metimos en un arrabal, que por nada del mundo pude imaginar que siguieran
existiendo esas cosas en mi amada ciudad, creí que había corrido la voz de que
los delincuentes aquí no tenían futuro gracias a mí, pero no había sido así,
¡¡vaya chasco!! Pero a esto le podía yo poner remedio enseguida…
Esperé a ver que
hacía y vi como iba vendiendo droga a la gente que vivía en ese barrio, durante
unos minutos me mareé, debió de ser la fiebre que hacia mella en mí, me sentí
mal y cerré los ojos, y pensé en Paris, en el teatro, en Paco… ¿Qué habría sido
de su vida? No sé bien cuanto tiempo paso pero cuando abrí los ojos vi como ese
rufián estaba dándole droga a unos niños, no debían de tener mas de 4 años, eso
me irritó de tal manera que volé hasta él y le partí el cuello, los niños me
miraron asustados pero no se dieron cuenta de lo que yo había hecho, se
asustaron porque no sabían de donde había salido; así que me apresuré a
consolarlos, a decirles que no se preocuparan que no pasaba nada, les pregunté
si querían venir conmigo y me dijeron que si, les abracé todo lo fuerte que
pude para no hacerles daño y les tapé con mi capa para que no sintieran frío al
sobrevolar los malos barrios de la ciudad; Llegamos a mi casa y les calenté un
vaso de leche con colacao y me puse a pensar en lo que acababa de pasar.
¡¡Dios mío, que he hecho!! Me he
llevado unos niños conmigo, a mi casa, seguro que sus padres estarían
preocupados buscándolos, pero… ¿quienes podían ser sus padres para permitir que
sus hijos compraran droga? Tenía que hacer algo…
Me di la
vuelta y me di cuenta de que uno no me quitaba los ojos de encima y me dijo sin
dejar de mirarme _ No tenemos papá
_ ¿Cómo
que no tenéis papá? Terminaros el colacao que yo os llevaré ahora mismo con
vuestros padres que deben de estar preocupados
_ No
tenemos papá y nuestra madre nos deja solos por las noches, nos deja dinero
para que cuando ella regrese tenga esta bolsa, pero se va a enfadar porque hoy
va a llegar y no va a estar la bolsa allí.
Yo no paraba de dar
vueltas y pensar para mis adentros… ¿sería verdad lo que ese niño me estaba
contando? Y… ¿cómo era posible que supiera lo que yo pensaba? O es que acaso…
¡no! No puede ser…
_ Venga,
terminaros eso que tengo que llevaros de vuelta a vuestra casa.
El que
había hablado se le cayeron las lágrimas y el otro corrió para abrazarse a mí,
me agarro de una de mis piernas y no me quería soltar, apretaba bien fuerte.
_ Pero
vamos a ver, ¿No queréis ir con vuestra
madre? Cuando regrese a casa y no os vea se preocupará
_ ¡¡No
señora por favor!! Haremos lo que usted nos pida pero no nos lleve con nuestra
madre, ella no nos quiere, por favor señora…
Ahora si
que me he metido en un buen lío, pensaba yo, ¿Qué voy a hacer con dos niños?
¿Cómo voy a decirles que soy un monstruo? ¿Cómo…?
_ Bueno,
mirad, he pensado que no son horas para que unos niños estén en las calles, si
os parece haremos una cosa, os quedareis esta noche aquí, y mañana os llevare
de vuelta a vuestra casa. ¿De acuerdo?
Los dos
me miraron con cara de corderitos y les abracé y les di un beso de buenas
noches.
Me pasé
el resto de la noche mirando como dormían aquellos dos angelitos y decidí antes
del amanecer ir a buscar a su madre.
No me
costó trabajo el dar con ella, era una prostituta que había tenido dos hijos y
no les quería, comían de lo que la gente del barrio les iba dando y no iban a
una escuela para aprender a leer; me arme de valor y me dirigí a la madre, supe
que su nombre era Inmaculada[1],
lo leí en su mente. Me acerqué con paso decidido aunque estaba muerta de miedo
_ ¿Inmaculada? ¿Es usted Inmaculada?
_Jajaja… Usted… nunca me habían llamado
eso ¿Qué quieres? ¿Quién eres? ¿Me traes ron?
_ No, disculpe que la moleste pero yo
venía para hablarle de sus hijos
_ ¿Qué han hecho esta vez?
_ ¿Hacer? No, no, por favor, no han
hecho nada, solo quería decirle que están conmigo en mi casa, que no se
preocupe
_ Esos mocosos de Satanás no me
preocupan, ¿te dieron algo para mí? ¿Te dieron mi bolsa? ¿Dónde está mi bolsa?
_ Tenga, (le entregué la bolsa y unas
cuantas monedas de oro que llevaba encima, no era moneda de curso legal, pero
le darían por ellas una buena cantidad) le apuntaré mi dirección para cuando
quiera ir a recoger a sus hijos, en su estado es mejor que no la vean, allí
estarán cómodos y a salvo, y yo estaré encantada de recibirla en mi casa cuando
así lo desee. Les compraré ropa, tendrán una casa y comida caliente a las
horas, y si usted me lo permite, podría enseñarles a leer y escribir, espero no
considere que me estoy metiendo donde nadie me llama, como de hecho asi es.
Yo me iba alejando y
gritó todo lo que pudo
_ Le regalo esos mocosos para siempre
_ ¿Qué ha dicho?
_ Eso, que se los regalo, que no los
quiero, que se los regalo…
No quise decirle
nada más por que era tontería, me despedí
_ Cuando quiera ver a sus hijos ya sabe
donde les puede encontrar
Me fui
caminando como un mortal cualquiera pensando en como podría hacer para no dañar
a los niños, y que no supieran de mi boca que su madre no les quería.
Entre en
la casa y los dos vinieron corriendo hacia mi, me dieron un beso y me
abrazaron, pero al verme allí parada se quedaron algo asustados, me apresuré
para agacharme y darles un abrazo
_ Os
quedareis aquí conmigo una temporada, hasta que vuestra madre se encuentre
mejor y venga a recogeros
_Sabemos que no vendrá
_Schhhh les mande callar y no dije nada
Me dijeron sus
nombres, uno se llamaba Javier, el más mayor, y el otro se llamaba José, yo les
dije que haríamos y como nos organizaríamos desde entonces, les dije que
trabajaba de día y por eso no me verían, sólo al atardecer, pero eso no sería
un problema porque ellos irían al colegio, les buscaría una maestra que les
ayudaría a hacer las tareas en casa, les pareció perfecto, así que me puse a
buscar gente que trabajara para mi, a su cuidado, que les diera las comidas a
las horas, que les bañara, que les comprara ropa nueva… Pasaron los años y me
convertí en su mejor amiga.
Al cuidado de Inmaculada puse a unos
policías de los que me hice buena amiga, sobre todo de uno llamado David; él me
contaba sus problemas y sus historias en la vida, sus preocupaciones, sus
inquietudes...
Yo por
mi parte le oculté mi verdadera identidad, pues no creo que fuera oportuno
contarle lo que era en realidad, descubrirle, al menos por el momento mi
verdadero yo, aunque en una conversación
que tuvimos, que él tomo a broma, aunque no era así, le encargué escribir mi
epitafio.
La mar de interesante
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Eliminar